Cada día, millones de personas de todas las ciudades grandes del mundo se levantan, se preparan para ir a trabajar y se unen a la multitud de trabajadores que se desplazan al trabajo en coche, autobús o tren. O al menos eso ocurría hasta el año 2020.
Despertarse en un mundo diferente
Durante el primer cuarto de este año, los gobiernos de todo el planeta han pedido a más de 3900 millones de personas que permanezcan en sus hogares para reducir la tasa de contagio e infecciones del COVID-19. La epidemia ha tenido y sigue teniendo un efecto devastador en muchos países, aumentando las dificultades económicas y llevándose miles de vidas. Sin embargo, las medidas adoptadas por los países para que sus ciudadanos se queden en casa y mantengan la distancia social han demostrado ser eficaces, ya que se ha reducido la expansión del virus.
China fue el primer país en imponer un confinamiento en la región de Hube, cerrando las fronteras al transporte y estableciendo controles por todo el país. Algunas de estas medidas se aplicaron a posteriori en otros países afectados de Asia. Los países más afectados en Europa han impuesto medidas más estrictas como la restricción de la movilidad y la reducción de los viajes que no se consideren esenciales. Por otro lado, la estrategia de Estados Unidos ha sido más permisiva y solo se ha pedido a la ciudadanía que permanezca en casa y evite las aglomeraciones. Aunque los países en los que la pandemia ha tenido un impacto menor no hayan adoptado medidas tan extremas, muchos de ellos han cerrado sus fronteras, impuesto cuarentenas, cerrado lugares de trabajo de actividades consideradas como no esenciales y alentado a sus ciudadanos a que trabajen desde casa.
Cielos azules y limpios que nos dan motivos para la esperanza
A pesar del impacto del COVID-19 en la sanidad pública, nuestro estado físico y psíquico y la economía, hay algo que nos da esperanza: la mejora del medio ambiente. A medida que las personas se han ido quedando en casa para proteger a los grupos más vulnerables, se han ido publicando informes sobre ciudades mucho más tranquilas, aguas más limpias y cielos menos contaminados. Es la primera vez en años que muchos ciudadanos oyen el canto de los pájaros por las mañanas y cuentan estrellas durante la noche. Estos efectos también se pueden medir, sobre todo aquellos relacionados con la contaminación del aire.
Niveles de contaminación del aire en Madrid antes (izquierda) y después (derecha) del brote del COVID-19. Fuente: Plume Labs y Sifted (disponible en inglés)
China, un país habituado a la espesa niebla gris en invierno, experimentó una reducción del 30 % en el dióxido de nitrógeno (NO2) y una caída de alrededor del 25 % en las emisiones de carbono tan solo unas semanas después de implementar las medidas contra la pandemia. El confinamiento impuesto en el norte de Italia supuso el cese de las actividades comerciales e industriales, por lo que la región experimentó una caída similar en la concentración de NO2. Esta tendencia también se ve reflejada en las principales ciudades de Europa, incluyendo capitales como Madrid y París, según los datos recopilados por el satélite durante un período de 10 días en los que se implementaron medidas de confinamiento. Incluso un país como Estados Unidos, conocido por su dependencia del automóvil, ha experimentado unos niveles de NO2 hasta un 30 % por debajo de la media.
La reducción del transporte, los viajes y la actividad industrial disminuyen la contaminación
La caída repentina de la contaminación en un período tan corto es algo extraordinario, sobre todo en aquellas ciudades que no habían tenido niveles similares en la calidad del aire desde hace décadas. Para comprender la relación causal que ha impulsado esta disminución y saber si se mantendrá con el tiempo, es importante conocerr las fuentes que tienen un mayor impacto en los niveles actuales de contaminación del aire. Como muestra la gráfica de arriba (disponible en inglés), el transporte (15,9 %) y la fabricación y la construcción (12,4 %) forman parte de los tres sectores que más contribuyen a las emisiones de gases de efecto invernadero. Hay que tener en cuenta que estos dos sectores se han visto afectados por las medidas de confinamiento.
El cese de las actividades no esenciales y el teletrabajo han reducido drásticamente la demanda de transporte. Por ejemplo, solo en el Reino Unido se ha informado de una disminución del 83 % (disponible en inglés) en el tránsito de las autovías, mientras que en España el tráfico se ha reducido a una décima parte durante la primera semana del confinamiento en comparación con el mismo período de 2019. Incluso Estados Unidos vivió una disminución en el tráfico y la congestión de las zonas metropolitanas.
El tráfico no solo se ha reducido en las carreteras. Nuestros cielos, que han sufrido grandes cambios desde la popularización de los viajes en avión, también han visto como el número de vuelos comerciales disminuía drásticamente debido a las restricciones y prohibiciones implementadas por los gobiernos. A finales de marzo, el número de pasajeros en Europa se redujo un 88 % en comparación con el mismo período del año anterior.
Además, la prohibición de desplazamientos y la distancia social han afectado a una serie de trabajos que no pueden realizarse de forma remota, como es el caso del sector de la fabricación, que ha sufrido el cierre temporal de sus fábricas y ha contribuido al descenso de la contaminación en el aire.
¿Cómo superar los desafíos que se nos presentan?
La pandemia ha causado una enorme devastación tanto a nivel económico como personal, ya que miles de personas lloran por los seres queridos, han perdido sus trabajos y tienen que hacer frente a un futuro incierto, lo que cambiará la idea que teníamos del mundo hasta ahora.
Es importante tener en cuenta que, sin menospreciar el caos generado por el virus, las medidas de protección implementadas por los gobiernos para luchar contra la epidemia pueden ser una oportunidad para cambiar la situación actual del medio ambiente. El impacto positivo que han tenido pocas semanas de inactividad humana en el medio ambiente ha quedado demostrado, y este cambio es algo que no se había conseguido en años de negociaciones y políticas. ¿Será posible mantener estos resultados y prolongar sus efectos sin la necesidad de volver a nuestro estilo de vida anterior? ¿Cómo podemos conseguir que esta situación perdure?
No hace falta mirar más allá de la crisis financiera de 2008 para obtener respuestas. La gráfica de arriba muestra que las emisiones anuales de CO2 a nivel mundial se redujeron ligeramente tras la recesión, pero volvieron a superar los máximos históricos en poco tiempo. Las empresas se apresuraron a impulsar la producción para compensar las pérdidas y obtener los resultados que se habían planificado, por lo que se volvió rápidamente a los niveles de contaminación anteriores a la crisis y el escenario no dejó de empeorar. Li Shuo, asesor principal de política climática de Greenpeace East Asia, definió este rebote como “la venganza de la contaminación”, que se originó cuando el gobierno chino lanzó un paquete de estímulo para proyectos de infraestructura a gran escala que disparó los niveles de contaminación del aire.
¿Qué podemos aprender mientras recuperamos las pérdidas?
Tenemos dos opciones de cara a la recuperación del estado actual en el que nos encontramos: volver a los viejos hábitos y mejorar la economía sacrificando nuestro planeta o aprovechar esta oportunidad para poner en marcha cambios positivos para el medio ambiente que servirán para las generaciones venideras. Aquí te presentamos tres razonamientos que nos dan motivos para ser optimistas.
Añade un toque ecológico a la hora de reconstruir la economía
Muchos países aprovecharon la crisis económica de 2008 para introducir políticas y medidas sostenibles en los paquetes de estímulo económico. Como señala un informe de la OCDE (disponible en inglés), entre estas medidas se incluyeron una serie de proyectos que financiaban la eficiencia energética (hogares de bajo consumo), invertían en la infraestructura del transporte sostenible y ofrecían rebajas fiscales en la compra de productos ecológicos. Por otro lado, diez países de la UE reclaman una “transición verde” similar frente al impacto económico del COVID-19. De hecho, ha nacido una alianza para la recuperación “verde” formada por 180 líderes para garantizar que el rescate defienda el Pacto Verde Europeo y se prepare para un futuro con una emisiones de carbono bajas. Sin embargo, no todos los países siguen el mismo camino, ya que de los 2 billones de dólares del plan de estímulos de Estados Unidos, 60 mil millones de dólares se han destinado a rescatar a la industria aérea, uno de los mayores contribuyentes a la contaminación del aire, sin plantear ninguna medida para combatir el cambio climático.
Quizás esto no sorprenda a nadie, ya que es difícil cambiar las viejas costumbres. Como bien explica Xavier Querol, investigador del CSIC, “la lucha contra la contaminación es una carrera de fondo y no de sprints”, por lo que tenemos que pensar a largo plazo y crear soluciones sostenibles y eficaces para diferentes demografías. Es evidente que no podemos cerrar las fábricas, dejar de construir infraestructuras ni adoptar el teletrabajo como una medida permanente. Sin embargo, sí que podemos avanzar apoyando proyectos innovadores que ayuden a la descarbonización del proceso de fabricación, permitan la construcción de edificios más sostenibles, favorezcan el teletrabajo cuando sea posible e implementen un transporte más ecológico.
De hecho, la electrificación del sistema de transporte es un iniciativa fundamental que debe ser prioritaria para los gobiernos de todo el planeta. Para ello, será necesario invertir en infraestructura (un aspecto clave del plan de estímulos), aumentando así el número de empleos en diferentes sectores y mostrando su compromiso con el Acuerdo de París mediante la reducción de las emisiones de carbono. A día de hoy, cada vez hay una mayor demanda de vehículos eléctricos por su precio económico y disponibilidad, lo que demuestra que, aunque no estemos preparados para dejar a un lado nuestros vehículos actuales, queremos cambiar los hábitos y avanzar en la transición hacia métodos de transporte más sostenibles. De esta manera, si aumentamos la inversión en el ecosistema ya implementado de los vehículos eléctricos a través de incentivos, subvenciones y otras iniciativas (disponible en inglés), contribuiremos a impulsar la economía y acelerar la transición hacia un planeta más sostenible.
Las medidas sostenibles de hoy deberán convertirse en un hábito
Los estudios demuestran que, de media, son necesarios dos meses para que un comportamiento nuevo se convierta en un hábito. El confinamiento en Wuhan duró casi tres meses y en muchos países de Europa la situación es similar, por lo que es posible que estemos en proceso de formar hábitos nuevos que afecten a nuestras vidas una vez que la epidemia se haya erradicado. Muchas personas están aprovechando este tiempo para aprender un idioma nuevo, liberar energía con clases de gimnasia online, digitalizar su negocio y encontrar formas de ayudarse. Es una señal de esperanza que, incluso en estos tiempos tan difíciles, el espíritu emprendedor y la invención humana se sigan manteniendo. Hasta ha cambiado nuestra relación con los bienes de consumo: dado que las cadenas de suministro se han visto alteradas, compramos más productos locales y consumimos menos recursos. Como aspecto negativo, ha aumentado considerablemente la compra de productos de plástico de un solo uso y se han reducido los medios para reciclar por el cierre de muchas fábricas durante la pandemia. Sin embargo, esperamos que este proceso nos haya servido para saber apreciar y cuidar lo que tenemos y, quizás por encima de todo, reconocer el valor de nuestra comunidad local.
La ayuda entre comunidades es nuestra esperanza
Hemos analizado cómo la creatividad y los lazos comunitarios han aumentado entre nuestros vecinos. Los barrios celebran juntos, se entretienen y se apoyan durante estos tiempo difíciles, pero no simplemente con juegos y diversión. Los vecinos se organizan para ofrecer ayuda a las familias de riesgo más necesitadas a través de notas, hojas de texto online o la aplicación de contactos Nextdoor. Algunas comunidades hasta se han encargado de llevar el material necesario a los trabajadores sanitarios. Otros grupos han colaborado para desarrollar una aplicación para el COVID-19 sin ánimo de lucro para que los ciudadanos que hayan dado positivo puedan avisar de forma anónima a las personas con las que hayan estado en contacto físico. Todos estos gestos demuestran que podemos ser solidarios, pasar a la acción y conseguir resultados con rapidez si permanecemos unidos.
Estamos viviendo un momento histórico
Todavía no conocemos los efectos a largo plazo del COVID-19 en la sociedad o el medio ambiente, pero hemos podido entrever lo que podemos conseguir si cambiamos ciertos hábitos en nuestras vidas. Es evidente que nadie hubiera deseado esta situación, pero podemos aprender de nuestra experiencia y actuar para reconstruir un futuro más sólido y sostenible para todos.